4° semana de cuaresma - A

Juan 9, 1-41 Catequesis de Justino mp3 

    Nosotros no siempre vemos todo… muchas veces (la mayoría) vemos "las apariencias", lo superficial, lo que no es tan importante, lo que aparece como escondiendo algo... pero ese "algo" no lo vemos. 
    Muchas veces somos como ciegos o míopes porque no queremos caer en la cuenta de la realidad, de lo que acontece a nuestro alrededor… No ver es un modo de desentenderse, desligarse de las propias responsabilidades.
    Lo que más nos cuesta ver es, quizás, nuestro propio ser, con sus límites y debilidades… porque no hay responsabilidad más grande e importante que la de construir nuestra vida, nuestro destino feliz. 

El relato simboliza el proceso “catecumenal” (iniciación cristiana) que lleva al hombre de las tinieblas a la luz; de la opresión a la libertad; de no ser nada a ser hombre pleno.
     Los fariseos querían apedrear a Jesús por haber dicho “Yo soy la luz del mundo”(Jn.8,12). Ahora lo repite y lo va a demostrar con hechos, dando la vista al ciego. Jesús no le consulta; ciego de nacimiento, no sabe lo que era la luz ni puede desearla. Pero no suprime su libertad; le ofrece la oportunidad, la decisión queda en sus manos.
    Tendrá que ir a lavarse a la piscina, para llegar a ser él mismo. Los demás personajes del relato siguen en su ceguera: fariseos, apóstoles, paisanos, padres, son símbolos de lo difícil que es aceptar la luz cuando ilumina lo que no queremos ver.
    Al mezclar la tierra con su saliva está simbolizando la creación del hombre nuevo, compuesto por la tierra-carne y la saliva-Espíritu. Por eso la frase que sigue: “Le untó su barro en los ojos”. El barro, modelado con el Espíritu, es el proyecto de Dios realizado ya en Jesús, y con posibilidad de realizarse en todos los seres humanos.
   El ciego es ahora un “ungido”, como Jesús. El hombre carnal ha sido transformado por el Espíritu. La duda sobre la identidad del ciego refleja la novedad que produce el Espíritu. Siendo el mismo, es otro. Hay diferencia entre el hombre sin iniciativa ni libertad y el hombre libre.
    El ciego opta libremente por la luz. Sigue el camino que Jesús le marca y llega al sitio indicado. Él, que era sólo carne, encontró el Espíritu. Ahora descubre lo que significa ser hombre y se siente completamente realizado. Su vida está ahora llena de sentido. Pierde todo miedo y comienza a ser él mismo, no sólo en su interior sino ante los demás. 
    A los fariseos no les interesa el hecho de la curación, sino el cómo; no se alegran del bien del hombre; lo humano se analiza sólo a través de lo jurídico. Acuden a los padres para desvirtuar el hecho que no pueden negar. Los padres no tenían culpa, pero tienen miedo a los dirigentes. Pertenecen a la gente sometida, en tinieblas. Intentan otra vez confundir al ciego. Condenan a Jesús en nombre de la moral oficial y pretenden que le condene también el que ha sido curado. Ellos lo tienen claro, Dios no puede estar de parte del que no cumple la Ley. Siguen defendiendo su postura negando la evidencia. Son los enemigos de la luz. Con la mentira pretenden extinguirla.
    Al contrario que los padres, el ciego no tiene miedo de expresar lo que piensa ante los jefes. A las teorías teológicas, opone los hechos. Ha experimentado el amor gratuito y liberador. Él sabe ahora lo que es ser un hombre entero, y gracias a eso, sabe lo que es Dios. Él ahora ve, los maestros están ciegos.
    En Jesús que le dio la vista, está presente Dios. "Fue a buscarlo". No significa un encuentro fortuito, sino el fruto de una actividad con la intención de encontrar algo o alguien. El contraste salta a la vista. Los fariseos lo expulsan, Jesús lo busca. Con su pregunta va a acabar la obra de iluminación que había comenzado. El relato termina con la plena aceptación de Jesús. "Se postró". Jesús, el Hombre, es el nuevo santuario donde se verifica la presencia de Dios.
   El ciego encuentra el verdadero santuario, Jesús, donde se rinde el culto en espíritu y verdad anunciado a la Samaritana. Este culto no se puede dar a Dios más que en el hombre, porque consiste en la práctica del amor. 

3. Meditación-contemplación 

Y nosotros...¿Vivimos como hijos de la luz? ¿Permitimos que Jesús nos cure la "ceguera"? ¿O estamos seguros de ver la luz sin modificar nada? ¿Con qué mirada miramos a los demás? Yo mismo, ¿soy LUZ para mis hermanos? En qué lo reconocen?
    ¿Creo en el Hijo de Hombre? Creer en Jesús es creer en el Hombre. Él es el hombre pleno según el designio de Dios. Alcanzó esa plenitud dejando que el Espíritu lo invadiera. Jesús es, a la vez, la manifestación de Dios y el modelo de hombre. En su humanidad, se ha hecho presente lo divino. La “carne” ha llegado a su grado máximo de transformación. El Espíritu asumió y elevó la materia hasta transformarla en Espíritu. Mi meta es también dejarme transformar en Espíritu. Para ello hay que nacer de nuevo. Tengo que morir a todo lo que en mí hay de terreno. Y dejar que se despliegue en mí lo que hay de divino.  

4. Los signos bautismales 

   La inmersión en el agua era, sobre todo en los primero siglos, un signo claro y expresivo: “el que bautiza desciende a la piscina con el catecúmeno, lo interroga sobre su fe en Dios Padre, en Jesucristo y en el Espíritu Santo. A cada una de las preguntas el que es bautizado responde "CREO”. Después de cada respuesta, el que administra el bautismo apoya su mano sobre la cabeza del candidato y lo invita a sumergirse en el agua. La inmersión significa la unión a Cristo en la muerte. La salida del agua, significa la unión a Cristo en su resurrección. Por eso se dice que todo bautizado está “con-crucificado” con Cristo y “con-resucitado” con El. 
     En los primeros siglos, los que se bautizaban eran, en su mayoría, adultos, y su preparación era larga y comprometida. Desde el siglo VI en adelante, la mayor parte de los bautizados son niños. Es por eso que la preparación se hizo más débil y mucho menos comprometida hasta convertirse para muchos, en un simple rito tradicional. Y este es el peligro que se corre en nuestros días.
  

  El signo, se redujo a un poco de agua derramada sobre la cabeza del niño, perdiendo así mucho de su eficacia expresiva. No obstante, el significado no cambia: el bautismo es la unión con Cristo muerto y resucitado. Los cristianos, desde un principio, han considerado el día de su bautismo como la fecha más importante de su vida. Por eso, desde los primeros siglos, conmemoraban todos los años su bautismo, asociándose a la preparación que hacían los catecúmenos durante la cuaresma.   
     En la vigilia del sábado santo participaban en la celebración del bautismo y renovaban el compromiso asumido en su propio bautismo recibido hacía un tiempo. Esta noche era (y lo es hoy también) la noche más solemne del año, puesto que en ella se recuerda el día en que la VIDA venció a la muerte. Sin esa presencia de Cristo, no tiene sentido ni el mundo, ni la historia, ni la vida, ni la muerte de cada hombre... 

5. El signo de la luz

   La Vigilia pascual comienza con el encendido del CIRIO PASCUAL, signo de Cristo resucitado. El es la Luz en la noche, la luz de nuestro corazón, la luz de nuestro camino, la luz de nuestra vida. Cristo resucitado está vivo y presente entre nosotros, y en cada uno de nosotros. Cada bautizado enciende su vela en ese fuego del Cirio, porque entre todos debemos llevar la Luz de Cristo a nuestros hermanos. Solamente de Cristo Jesús puede venir la Luz para el mundo y para los hombres. 

Leamos I Pedro 2,9; Ef 5, 8-lo; Mt. 5,16; I Jn. 1, 5-7; I Jn.2, 2, 9-11; Jn. 12, 36 y Jn. 12, 46.
      Contestemos estas preguntas: 
1)¿Qué significa ser HIJOS DE LA LUZ? 2) ¿Qué significa caminar en las tinieblas?  

6. Conversamos en familia:

   Pensemos entre todos qué cosas de este encuentro son más importantes para trasmitir a los chicos; elijamos algunos textos para comentar con ellos. Conversemos con ellos de nuestros recuerdos del día de su bautismo. Vayamos pensando en invitar a los padrinos, abuelos, etc. para la renovación de las promesas bautismales. (Puede ser que el padrino o madrina se hayan “borrado”. Explicar a los chicos que ya ahora pueden ellos ir eligiendo un padrino o madrina para su CONFIRMACION, que es el sacramento que completará su iniciación cristiana...) 

7. Oremos a Jesús nuestro Señor, nuestra verdadera luz, que infunda en todos nosotros una fe firme, personal y comprometida, y digamos: Señor, que tu luz brille sobre nosotros.    - Por la Iglesia, el pueblo de Dios, para que ayudemos a que la luz de Cristo brille en este mundo y proclame su mensaje de verdad y amor en lenguaje de nuestro tiempo, oremos...
   - Por los ciegos espirituales a causa de la duda o de la desesperación, para que puedan gozar de nuevo la luz de la fe por el testimonio personal de cristianos comprometidos y de toda comunidad cristiana, oremos...
   - Por los que afirman ser seguidores de Cristo, para que sus ojos se abran completamente a la injusticia de la que ellos seguramente forman parte, y ayuden a reponer las esperanzas de la gente en los valores de Dios, como la verdad, la dignidad humana y la justicia, oremos...
   - Por las víctimas de la opresión y de la discriminación, por los refugiados y los afectados por desastres naturales, para que no seamos ciegos a sus necesidades, y les ayudemos eficazmente a llevar sus pesadas cargas, oremos...  
   - Por nuestros queridos difuntos, para que el Señor los acoja en su luz y alegría eternas, oremos...
  Señor Jesucristo, queremos vivir en tu luz. Haz que te veamos a ti, a las cosas y a los hermanos que nos rodean, como tú los ves. Porque tú eres nuestro Señor y Salvador por los siglos de los siglos. 

8. Para recordar
    1. La palabra SACRAMENTO significa “signo sagrado”. En griego, la lengua del Nuevo Testamento, se dice MYSTERION. Los sacramentos de la Iglesia son signos sagrados y eficaces de lo que Dios mismo hace en nosotros por medio de su Hijo Jesús, para participarnos su vida divina.
    2.Los sacramentos de la Iglesia son siete. El primero es el BAUTISMO: en él celebramos nuestra condición de hijos de Dios y entramos a la Familia grande de Jesús, la Iglesia.
    3. Normalmente bautiza el sacerdote o el diácono. Pero también puede hacerlo un laico, sobre todo en caso de enfermedad grave del bebé. Se derrama agua sobre la cabeza del niño, diciendo: Yo te bautizo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
   4. Los que fuimos bautizados de pequeños, tenemos que pensar en lo que hicieron con nosotros, y aceptar ser cristianos por propia voluntad.

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