LITURGIA DE LA PALABRA (Justino,mp3)
TEXTOS Y COMENTARIO
El
relato de la "Transfiguración de Jesús" fue desde el
comienzo muy popular entre sus seguidores. La escena, recreada con
diversos recursos de carácter simbólico, es grandiosa. Los
evangelistas presentan a Jesús con el rostro resplandeciente
mientras conversa con Moisés y Elías, que representan "la Ley
y los Profetas", es decir, todo el "Antiguo
Testamento".
Los tres discípulos que lo han acompañado hasta la cumbre de la montaña quedan sobrecogidos. No saben qué pensar de todo aquello. El misterio que envuelve a Jesús es demasiado grande. Marcos dice que estaban asustados. Pedro reacciona con toda espontaneidad: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Los tres discípulos que lo han acompañado hasta la cumbre de la montaña quedan sobrecogidos. No saben qué pensar de todo aquello. El misterio que envuelve a Jesús es demasiado grande. Marcos dice que estaban asustados. Pedro reacciona con toda espontaneidad: «Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No
ha entendido nada. Por una parte, pone a Jesús en el mismo plano y
al mismo nivel que a Elías y Moisés: a cada uno su carpa. Por otra
parte, se sigue resistiendo a la dureza del camino de Jesús; lo
quiere retener en la gloria del Tabor, lejos de la pasión y la cruz
del Calvario.
El movimiento de Jesús nació escuchando su llamada. Su Palabra, recogida más tarde en cuatro pequeños escritos, fue engendrando nuevos seguidores.
La Iglesia vive escuchando su Evangelio.
Dios mismo le va a corregir de manera solemne: «Éste es mi Hijo amado». No hay que confundirlo con nadie. «Escúchenlo a él», incluso cuando les habla de un camino de cruz, que termina en resurrección. Sólo Jesús irradia luz. Todos los demás, profetas y maestros, teólogos y jerarcas, doctores y predicadores, tenemos el rostro apagado.
No hemos de confundir a nadie con Jesús. Sólo él es el Hijo amado. Su Palabra es la única que hemos de escuchar. Las demás nos han de llevar a él.
El movimiento de Jesús nació escuchando su llamada. Su Palabra, recogida más tarde en cuatro pequeños escritos, fue engendrando nuevos seguidores.
La Iglesia vive escuchando su Evangelio.
Dios mismo le va a corregir de manera solemne: «Éste es mi Hijo amado». No hay que confundirlo con nadie. «Escúchenlo a él», incluso cuando les habla de un camino de cruz, que termina en resurrección. Sólo Jesús irradia luz. Todos los demás, profetas y maestros, teólogos y jerarcas, doctores y predicadores, tenemos el rostro apagado.
No hemos de confundir a nadie con Jesús. Sólo él es el Hijo amado. Su Palabra es la única que hemos de escuchar. Las demás nos han de llevar a él.
El
movimiento de Jesús nació escuchando su llamada. Su Palabra,
recogida más tarde en cuatro pequeños escritos, fue engendrando
nuevos seguidores.
La Iglesia vive escuchando su Evangelio.
Este mensaje de Jesús, encuentra hoy muchos obstáculos para llegar hasta los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Al abandonar la práctica religiosa, muchos han dejado de escucharlo para siempre. Ya no oirán hablar de Jesús si no es de forma casual o distraída.
Tampoco quienes se acercan a las comunidades cristianas pueden apreciar fácilmente la Palabra de Jesús. La fuerza liberadora de su Evangelio queda a veces bloqueada por lenguajes y comentarios ajenos a su espíritu. Sin embargo, también hoy, lo único decisivo que podemos ofrecer los cristianos a la sociedad moderna es la Buena Noticia proclamada por Jesús, y su proyecto de una vida más sana y digna. No podemos seguir reteniendo la fuerza humanizadora de su Evangelio.
Hemos de hacer que corra limpia, viva y abundante por nuestras comunidades. Que llegue hasta los hogares, que la puedan conocer quienes buscan un sentido nuevo a sus vidas, que la puedan escuchar quienes viven sin esperanza.
Hemos de aprender a leer juntos el Evangelio. Familiarizarnos con los relatos evangélicos. Ponernos en contacto directo e inmediato con la Buena Noticia de Jesús. En esto hemos de gastar las energías. De aquí empezará la renovación que necesita hoy la Iglesia.
Hemos de descubrir la atracción que tiene Jesús, el Hijo amado de Dios, para quienes buscan verdad y vida.
¿Por qué hacemos en la VIGILIA PASCUAL la renovación de nuestras promesas bautismales?
Porque
en el bautismo somos “incorporados” a Jesús, empezamos a vivir
nosotros la PASCUA de Jesús, es decir, su PASO de la muerte a la
Vida, su triunfo sobre el pecado y la muerte… Pero
la fiesta de PASCUA existía desde mucho tiempo antes…
El
rito del pan ácimo recuerda el acontecimiento de un pueblo que
recobra su libertad e independencia, huyendo del país opresor con
tal prisa que se lleva el pan consigo sin que haya tenido tiempo de
fermentar.
La Iglesia vive escuchando su Evangelio.
Este mensaje de Jesús, encuentra hoy muchos obstáculos para llegar hasta los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Al abandonar la práctica religiosa, muchos han dejado de escucharlo para siempre. Ya no oirán hablar de Jesús si no es de forma casual o distraída.
Tampoco quienes se acercan a las comunidades cristianas pueden apreciar fácilmente la Palabra de Jesús. La fuerza liberadora de su Evangelio queda a veces bloqueada por lenguajes y comentarios ajenos a su espíritu. Sin embargo, también hoy, lo único decisivo que podemos ofrecer los cristianos a la sociedad moderna es la Buena Noticia proclamada por Jesús, y su proyecto de una vida más sana y digna. No podemos seguir reteniendo la fuerza humanizadora de su Evangelio.
Hemos de hacer que corra limpia, viva y abundante por nuestras comunidades. Que llegue hasta los hogares, que la puedan conocer quienes buscan un sentido nuevo a sus vidas, que la puedan escuchar quienes viven sin esperanza.
Hemos de aprender a leer juntos el Evangelio. Familiarizarnos con los relatos evangélicos. Ponernos en contacto directo e inmediato con la Buena Noticia de Jesús. En esto hemos de gastar las energías. De aquí empezará la renovación que necesita hoy la Iglesia.
Hemos de descubrir la atracción que tiene Jesús, el Hijo amado de Dios, para quienes buscan verdad y vida.
PASCUA: ALIANZA Y LIBERACIÓN
1.
Todos los pueblos tienen sus días de fiesta, para conmemorar su
liberación, su independencia o cualquier otro suceso de su historia.
Pero
no todos los días de la vida de un pueblo son días de fiesta.
Nosotros,
los cristianos, celebramos la Pascua todos los años. Es nuestra gran
fiesta. Conmemora la resurrección de Jesús, motivo de nuestra
esperanza. Nuestra
fe cristiana, según San Pablo, se apoya en esta certeza que tenemos
de la Resurrección.
Un
día cada año decimos: “Hoy es Pascua: el día de alegría, de
acción de gracias, de renovación”. Para la Iglesia, a lo largo
del año, la Pascua es como la luz en la cual se baña toda su vida
litúrgica, como el tesoro del que brotan todos los manantiales de la
gracia.
La
vida cristiana está bajo el signo de la Pascua, es un misterio
pascual.
Hay,
ciertamente, unos días privilegiados para celebrar el misterio
pascual, son los que precedenal domingo de Resurrección: Pasión (o
Domingo de Ramos), Jueves Santo, Viernes Santo…
Pero,
siempre que se bautiza, siempre que se participa en una Misa, todos
los domingos,
estamos celebrando también la Pascua.
Para
el cristiano, hoy es Pascua,
porque hoy está participando en la salvación que se hará total y
plena cuando se manifieste el Señor.
¿Por qué hacemos en la VIGILIA PASCUAL la renovación de nuestras promesas bautismales?
2.La
Pascua tiene su origen muchos años antes de Moisés. Era una fiesta
de pastores en la épocade la trashumancia (“trashumar”: pasar el
ganado en el verano a las montañas y regresar de ellas en el
invierno).
El
sentido primero de la palabra “Pascua”, que quiere decir
“pasaje”, podría haber sido el de “trashumancia”. Había que
dejar en la primavera las regiones que se secaban para dirigirse con
el rebaño hacia las montañas y los valles en busca de pastos
verdes.
Antes de partir, se tenía la costumbre de matar un cordero y rociar con su sangre los postes de las carpas para preservar al rebaño del Espíritu Malo, portador de epidemias.
Antes de partir, se tenía la costumbre de matar un cordero y rociar con su sangre los postes de las carpas para preservar al rebaño del Espíritu Malo, portador de epidemias.
Durante
la misma estación, los cultivadores de estos países de oriente
juntaban las primeras gavillas de cebada. Y en esta oportunidad se
realizaba la fiesta del “Pan Nuevo”, amasado con la harina de la
nueva cosecha. Era
un pan ácimo. es decir, sin la levadura de la vieja pasta de la
cosecha anterior.
Las
fiestas del “Primero de año”, del retorno de la primavera, eran
fiestas llamadas “naturalistas” porque seguían el ciclo de la
naturaleza.
Pero
existían también las fiestas “históricas” que recordaban
acontecimientos de la historia de un pueblo, de una nación. (Como
nosotros, en Argentina, festejamos el 25de mayo o el 9 de julio).
Cuando
tuvo lugar la salida de los israelitas de Egipto, estas fiestas de la
primavera adquierenun nuevo sentido. Eran fiestas naturalistas, pero
ahora pasan a ser fiestas “históricas”.
El
rito de la Sangre de Cordero, con la que se marca las puertas,
recuerda cómo las casas de los hebreos fueron libradas del castigo
mortal que cayó hasta sobre el mismo hijo del Faraón.
Con
el correr del tiempo los israelitas festejaron la Pascua de la
siguiente manera: amasaban pan ácimo, inmolaban un cordero, marcaban
las puertas con su sangre y lo comían durante una cena sagrada. Aun
hoy día se practica esto. Las
almas religiosas saben que, a través de esos ritos, se trata de
renovar la Alianza con Dios en el fondo del corazón.
Con
la venida de Jesús todos esos ritos adquieren una nueva
significación: Jesús es el Mesías esperado, el Dios hecho hombre.
Jesús
será el “Verdadero Pan de Vida”, el "Verdadero Cordero
Pascual” que salvará al pueblo de Dios con su sangre y hará la
Alianza nueva y definitiva de la humanidad con Dios.
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