Ya hemos visto que Dios viene a vernos porque le necesitamos. Los del Antiguo Testamento decían que nadie podía ver a Dios y quedar con vida. Por eso muchos le tenían miedo. Pero desde que llegó Jesús, Dios hecho hombre, ya no es así. En el amor de Jesús que entrega su vida hasta el final, conocemos el infinito amor que el Padre Dios nos tiene.
- Santa Catalina, una vez que se dio cuenta de que era la Virgen con quien estaba, nos dice: “Me sería imposible decir lo que experimentaba en aquel instante. Mirando a la Santísima Virgen me puse de un salto a su lado, arrodillada sobre las gradas del altar, con las manos apoyadas en sus rodillas. Allí pasé el momento más dulce de mi vida, me sería imposible decir todo lo que sentí”.
También nosotros, en la oración, cuando visitamos el sagrario en la iglesia, y sobre todo cuando nos reunimos en comunidad para “escuchar su Palabra” y “entrar en comunión con El y entre nosotros” en cada Misa… estamos invitados a experimentar la presencia amorosa del Padre en nuestras vidas y sentirnos muy cerca de Jesús y de la Virgen.
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