Mc 6 1-6 EVANGELIO EN AUDIO
Cuando una persona surge desde abajo y se presenta a sus parientes y paisanos generalmente es descalificada o puesta en duda por sus logros y alcances. Pasaba ayer y pasa hoy. Jesús vivió en Nazaret, una aldea pobre, integrada por campesinos, artesanos, pescadores y pastores. Oficios considerados de poca valía e incluso, se pensaba que quienes desempeñaban estas funciones eran personas impuras por su continuo contacto con la sangre de animales. Seguramente Jesús realizó muchas veces estas actividades. Por eso su sabiduría, su elocuencia, su autoridad, sus acciones liberadoras, sanadoras y reconciliadoras causaban admiración más bien despectiva.
Sin embargo, Jesús continúa su misión sin desanimarse por las críticas y murmuraciones. Es el plan de Dios. El Reino de Dios no es fácilmente comprendido. Tiene muchos adversarios que quieren ocultar y eliminar la propuesta humanizadora anunciada por Jesús.
Será un buen ejercicio, tomar conciencia de nuestras debilidades y fortalezas, personales y comunitarias, para enfrentar con entereza las críticas y descalificaciones por nuestro trabajo evangelizador. ¿Cómo se vive la dimensión profética en tu comunidad cristiana?
El domingo 21 de febrero, el Comisario del pueblo la cita a su casa.
El interrogatorio es largo: nombre, apellido, edad, si sabe escribir o no.
Continúa el Comisario:
- Así que, Bernardita, ¿tú ves a la Santísima Virgen?
- No he dicho que he visto a la Santísima Virgen.
- Ah, bien. ¡Entonces tú no has visto nada!
- Sí. ¡Algo he visto!
- Y, ¿qué has visto?
- Algo blanco.
- ¿Una cosa o una persona?
- Algo que tiene la forma de una Joven.
Y Bernardita explica cómo está vestida esa Joven. Pero el Comisario trata de hacer que se contradiga:
- Tú soñaste, hija.
- No, estaba bien despierta.
- Te pareció ver.
- No, me refregué bien los ojos.
- Y las otras, tienen ojos también. ¿Por qué no vieron?
- No sé, pero yo estoy segura de haber visto.
No hubo forma de hacerla callar la verdad. Bernardita no tiene miedo al Comisario, a pesar de que todos en Lourdes tiemblan ante él.
Pero el Comisario no quiere salir vencido por esta niña y se pone a leer lo que tiene escrito en su informe:
- La Virgen me sonríe …
- No he dicho la Virgen, replica Bernardita, y agrega:
- Ud., señor, me ha cambiado todo.
Entonces el Comisario se enoja con ella y la insulta:
- ¡Tonta, imbécil!, ¡toda la gente corre detrás de ti!
- A nadie le pido que venga conmigo.
- Claro que sí, tú estás contenta de mostrarte.
- No, estoy cansada de todo esto.
El interrogatorio dura mucho, y un grupo de personas se va reuniendo delante de la casa del Comisario. Los padres de Bernardita están preocupados y quieren sacar a su hija. Pero el Comisario hace un mismo intento:
- Oye, Bernardita, te metiste en un lío. Yo puedo arreglar todo esto. Pero con una condición: confiesa que no has visto nada.
- Pero, señor, si yo he visto. No puedo decir otra cosa.
- Prométeme no volver a la Gruta. Es tu última oportunidad.
- Señor, he prometido volver.
- Entonces, voy a buscar a los gendarmes para que te echen a la cárcel.
Tampoco con estas amenazas Bernardita se asusta, y al final el Comisario se ve obligado a devolverla a sus padres, amenazándolos a ellos también. Esta fue la primera vez que Bernardita tuvo que presentarse delante de “esos señores”.
Días después, tuvo que comparecer ante otras autoridades públicas. Fue con su madre. De nuevo tuvo que luchar arduamente por más de dos horas para mantener la verdad de los hechos que había narrado.
Hablar con el Párroco no fue tampoco tarea fácil para Bernardita. Aunque era un hombre muy bueno, a veces se enojaba mucho. Tres veces tuvo que ir Bernardita a la casa parroquial para darle los recados de la Aparición: la procesión, la capilla… Esos pasos exigían de la niña mucha valentía, y la certeza del mensaje que tenía que transmitir.
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