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Marcos 6, 53-56 EVANGELIO EN AUDIO
OCTAVO DÍA - 9 DE FEBRERO: “LA GRUTA ES MI CIELO”.
RELATO:
Las Apariciones de la Virgen a Bernardita no cambian en nada su vida. Todos los días va a la escuela. Sigue sufriendo del asma y de la tos. Pero recuerda las palabras de la visión: “No prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”.
Sus padres viven preocupados por estos acontecimientos, pero no dejan de apoyar a su hija.
Las religiosas de la escuela tratan de convencer a Bernardita que no vuelva más a la Gruta. Pero la niña no tiene más que una respuesta: “Se lo he prometido”.
Los habitantes del pueblo están divididos; sin embargo, son muchos los que van a la Gruta, prenden velas y esperan largas horas la próxima Aparición. De muchos lugares llegan peregrinos a pie o en carreta.
Cuando terminaron las Apariciones, fueron aumentando las multitudes, cosa que alegró mucho a la niña. Todos los que venían a pedir gracias y favores a la Gruta, querían ver a la vidente, escucharla, hablarle. Esto se le hacía muy pesado a Bernardita, por tener que repetir cada vez las mismas cosas. Trataba de hacerlo con agrado, porque se refería a su querida Joven. Sin embargo, por su delicada salud, no podía siempre soportar estas molestias, y a menudo debía guardar cama.
Las religiosas la recibieron en el asilo de Lourdes, para apartarla de los curiosos, enseñarle a leer y escribir, y cuidar de su salud.
En cierta ocasión, cuatro años después de las Apariciones, viéndose desahuciada, recibe el Sacramento de los Enfermos. Después de haber comulgado, abre los ojos, y pide agua de la Gruta; se la traen, bebe y en el acto se levanta.
Sintiéndose llamada a la vida religiosa, deja el asilo para irse al Noviciado. Mientras prepara su partida, le ofrecen ir a la Gruta a despedirse. Bernardita sintió una gran angustia. Le costaba alejarse de Lourdes, separarse de su familia, abandonar los lugares de su infancia. Le costaba sobre todo dejar la Gruta, donde tantas veces había conversado con la Virgen.
Pero había que hacerlo.
Llegan a la Gruta, Bernardita se arrodilla con el corazón oprimido, llenos los ojos de lágrimas. ¡Pero había que volver a la realidad!
- Vamos, Bernardita, es hora de partir.
- Un ratito más… es la última vez, ya no volveré a verla.
“Oh, sí, la Gruta era mi cielo!”, dirá más tarde. Y así dejó Lourdes para siempre.
No volvería a ver a sus padres. Su mamá muere poco después de su partida al convento. Y cinco años más tarde muere repentinamente su padre, sin haber visto a su hija.
Bernardita no tuvo una vida tranquila. En la Gruta había prometido ser una víctima ofrecida por los pecadores, y esto le fue plenamente concedido. Supo de sufrimientos íntimos, de mortificaciones voluntarias, de dolorosas enfermedades y de humillaciones, que se transformaron para ella en camino de santidad.
Recordaría siempre lo que la Virgen le dijo un día: “Yo no prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el otro”. Y esto la hizo siempre feliz.
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