FIESTA DE LA ANUNCIACION DEL SEÑOR

  


Challenge al archipiélago de LAS TENTACIONES 

Preparación: “El Verbo se hizo carne para que de esta forma la carne participe del Verbo”. “Por ti se hizo Cristo temporal, para que tú seas eterno”. Estas frases de san Agustín sintetizan bien el misterio que hoy celebramos. 

Lectura: 
En medio de la Cuaresma pareciera que esta fiesta viene a romper la dinámica que traemos. Nada más lejano. La identidad profunda de Jesús, que provoca los enfrentamientos con los judíos y le va a llevar a la cruz, es la que le presenta Gabriel a María en este pasaje, que los líderes religiosos son incapaces de aceptar. Los misterios de la Encarnación y la Redención son inseparables.  


Meditación: 
Frente a la idea de un Dios lejano que nos ha dejado solos y al que no interesan las cuestiones humanas, se nos presenta una verdad muy diferente: Dios se ha querido “mezclar” con la humanidad. 

Nicolás Cabasilas (s. XIV) afirmaba: “Los hombres se distinguen de Dios por tres cosas: por su naturaleza, por su pecado y por su muerte. Pero el Redentor hizo que desaparecieran los obstáculos que impiden una relación directa entre Dios y los hombres. Para ello eliminó uno a uno dichos obstáculos: el primero, asumiendo la naturaleza humana; el segundo, muriendo en la cruz; el tercero, desterrando por completo de la naturaleza humana la tiranía de la muerte al resucitar”. 

El Verbo de Dios se encarnó y murió en la cruz por nosotros y por nuestra salvación. 

Oración: Derrama, Señor, tu gracia sobre nuestros corazones y para que quienes hemos conocido, por el anuncio del Ángel, la Encarnación de tu Hijo, por su Pasión y su Cruz alcancemos la gloria de la Resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Contemplación: Al contemplar a Jesucristo en la cruz, descubrimos hasta dónde llega el amor de Dios y la grandeza de la Encarnación.

Acción: Hoy podíamos pensar en hacer algún “ejercicio de anuncio” de la fe por medio de nuestras palabras, nuestras acciones, nuestro testimonio. 

La fiesta de la Anunciación del Señor que la Iglesia propone nos recuerda que Dios cumple su palabra. 

     Dios se dirige a una muchacha de pueblo, a una desconocida en el ambiente social, a una cualquiera para la institución religiosa y con ella comienza una nueva historia. María recibe un anuncio y en ella ese anuncio lo recibe toda la humanidad.      El Ángel, símbolo de la presencia de Dios llega hasta donde María, entra en su casa, llega hasta su lugar vital y la saluda como la favorecida, invitándola a la alegría. El saludo llega mucho más allá. El Ángel le dice que el Señor está con ella. Esta visita del Ángel, es el inicio de una gran revolución. Dios transgrede las leyes religiosas y se acerca a una mujer, para hacerla partícipe del plan de la salvación de toda la humanidad. María es símbolo de la solicitud de Dios por las víctimas, por los excluidos, por los que no cuentan para los sistemas sociales y religiosos de nuestro mundo. 

 1. La "Anunciación del Señor" representa un misterio tan profundo, que no es comprensible si no se tiene en cuenta que Dios es Dios porque es el Trascendente. Ahora bien, la trascendencia no significa simplemente que Dios es "infinitamente superior" al ser humano. Significa pro­piamente que Dios es "incomunicable" a nosotros, "de un orden absolutamente otro" a todo cuanto los mortales podemos alcanzar. Esto supuesto, nosotros podemos conocer a Dios y relacionarnos con Él porque Dios, al "encarnarse" (Jn 1,14) en un ser huma­no, Jesús, se nos ha dado a conocer. Esto es lo que nos enseña la "Anunciación del Señor"

2. Todo esto significa que el hijo de María, Jesús, no es una mera "representación" de Dios, sino que en Jesús vemos, oímos y tocamos a Dios mismo, como les dijo Jesús a sus discípulos (Jn 14,8-11). Por eso Jesús pudo decir que su relación con el Padre es enteramente única y ex­clusiva (Mt 11,27). Desde este punto de vista, se puede asegurar que la presencia de Jesús es el hecho más profundo y revolucionario que los humanos podemos imaginar. Jesús es la revelación de Dios y la presencia de Dios entre los humanos.

3. Pero todo esto nos viene a decir también que el Evangelio, y su presencia entre nosotros a lo largo de los siglos, no es propiamente ha­blando una religión más. El Evangelio es el gran relato de la presencia de Dios y del encuentro con Dios, vivido en un ser humano y divino a la vez, en cuanto que su vida humana es, para nosotros, el encuentro con Dios. Lo que Jesús nos dejó no es una "religión", sino que es un "pro­yecto de vida". La vida que llevó Jesús es la vida que hemos de llevar nosotros, si es que queremos encontrar a Dios.

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