
«Glorioso patriarca san José, cuyo poder sabe hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi ayuda en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan graves y difíciles que te confío, para que tengan una buena solución. Mi amado Padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga que te haya invocado en vano y, como puedes hacer todo con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder. Amén».
Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén.
¿Maldición o bendición?
Evangelio en audio: Lc 11, 14-23
Encontramos un relato que presenta a un endemoniado bien caracterizado: era mudo. Representa a la parte del pueblo que se encontraba sometida a la institución oficial poseída por su ideología. Es símbolo de todos los hombres y mujeres del pueblo que se han adherido sin espíritu crítico y sin lógica de sospecha a la doctrina oficial proclamada por los letrados y doctores de la ley.
La liberación del mudo desencadena un enfrentamiento abierto. El bien y la liberación que Jesús trae colocan a todos en crisis. Hasta el punto que muchos ven la acción de Jesús como inspiradas por el príncipe de los demonios.
Eso suele suceder con mucha frecuencia en nuestros pueblos y en la Iglesia. Al bien lo terminamos llamando mal y viceversa. La obra realizada por Jesús fue caracterizada como maligna por los detentadores del poder. Hoy, en nuestros países, los sistemas políticos y religiosos muchas veces nos conducen a esta misma confusión. Por lo general a las peores propuestas las terminamos asumiendo como queridas por Dios y a la humanización, como propuestas malignas.
1.Ya ha quedado dicho, repetidas veces, que los "demonios" de los que tanto se habla en los evangelios, no son seres personales misteriosos, de origen infernal y causantes de extrañas patologías, como sería el caso de la posesión diabólica. De ahí, la necesidad de exorcistas y exorcismos para expulsar a los demonios de los desgraciados posesos.Está más que demostrado, por los buenos especialistas en este asunto, que la demonología entró en la Biblia en los lejanos tiempos del destierro de los israelitas en Babilonia. Los "demonios"eran (y son) una forma de hablar para denominar ciertas patologías y enfermedades del psiquismo humano.
2. Jesús vivió y actuó de tal manera, que los representantes de la religión se le enfrentaron a muerte. Y es frecuente, en tales situaciones, que quienes dicen representar a Dios no dudan en mentir, insultar, agredir y humillar al que no piensa y vive como ellos. Esto ocurría en tiempos de Jesús y sigue ocurriendo ahora. Ahora mismo hay gente muy religiosa que no duda en insultar incluso al papa Francisco, cuanto este hombre ejemplar dice lo que no les agrada a los fanáticos observantes de la religión. ¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué se repite con tanta frecuencia?
3. La respuesta a esta pregunta está clara. La religión y sus diferentes teologías suelen separar a Dios del ser humano de tal manera y hasta tal extremo, que acaban por enfrentar "lo divino" a "lo humano". Ahora bien, desde el momento en que ocurre eso, el que siempre sale perdiendo es el ser humano. Porque, como es lógico, lo divino es superior y está siempre sobre lo meramente terrenal. Y, es claro, en nombre de "lo absoluto", se machaca lo humano cuanto sea necesario, es decir, todo lo que convenga o interese a los fanáticos de la religión. A eso se le llama ahora "fundamentalismo". En realidad es una mezcla de locura y desvergüenza, que arruina la convivencia humana, produce violencia y destroza la vida de mucha gente. Eso no es fe. Eso es locura y maldad.
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