Jueves Santo




Fray Marcos: El amor manifestado en Jesús es el Ágape. No se trata del amor humano (relación entre dos seres) sino unidad, identificación, superación de toda dualidad.

Magdalena Bennasar: La ternura no se piensa. El derroche de su amor se muestra con la tremenda expresión “sangre y carne” comidas, compartidas, entregadas.

Florentino Ulibarri: Despedida

Vicky Irigaray: Jueves Santo. Jesús nos invita a su mesa como muestra de amistad y confianza; quiere que en su mesa no falte nadie: los pobres, enfermos, abandonados y hambrientos.

Anáfora: Hermandad

DE LAS HOMILÍAS DE MONSEÑOR PIRONIO

 Jueves Santo: Misa Crismal - Is 61,1-3a.6a.8b-9 / Sal 88 / Ap 1,5-8 / Lc 4,16-21

De una homilía del 22 de junio de 1995

“Nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor.”(1 Jn 4,16)

Qué bellas son estas palabra de Juan, el discípulo que Jesús amaba, aquel que en la Última Cena reclino la cabeza sobre el pecho de Jesús! Para comprender el corazón de Jesús, para intuir sus latidos de amor es necesario ser un contemplativo, un testigo, uno que ha visto con los propios ojos y tocado con las propias manos al Verbo de vida.

En nuestra oración de hoy por la santificación de los sacerdotes hay un profundo silencio, una gran capacidad contemplativa, un sereno deseo de escucha, de acogida, de alegre disponibilidad al amor. Hemos creído en el amor que Dios nos tiene. De parte nuestra, pocas y simples palabras: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo (Jn 21,17).

El sacerdote, misterio de amor. Propongo tres brevísimas reflexiones a la luz de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote.

1- El sacerdote fruto, signo, transparencia de un Dios que es amor: Como el Padre me ha amado, así yo os he amado. Permaneced en mi amor (Jn 15,9). Esta es la experiencia más profunda del sacerdote que se siente privilegiadamente amado por Jesús, escogido, consagrado, enviado. Como el Padre me ha enviado, así yo os envío (Jn 20,21). No sois vosotros los que me habéis elegido a mí, sino yo el que os he elegido a vosotros para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca (Jn 15,16). Esta experiencia del amor de Cristo, cotidianamente renovada, conserva la frescura y el ardor del sacerdote. Se siente profunda y alegremente amigo de Dios para los hombres. Como Abraham, el amigo de Dios. Como Moisés que hablaba con Dios cara a cara como un hombre habla con su amigo. Como Juan, el discípulo que Jesús amaba. Vosotros sois mis amigos… Ya no os llamo siervos…; yo os llamo amigos, porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer (Jn 15,14-15). Rezar por la santificación de los sacerdotes es rezar para que aumente en nosotros la intimidad con Cristo en la oración personal, en la celebración litúrgica, en la alegre configuración con Cristo en la cruz pascual.

2- El sacerdote buen pastor y servidor. Yo soy el buen pastor, alimento a mi grey y por ellos doy mi vida. En esto se ha manifestado el amor que Dios nos tiene: Dios ha enviado a su Hijo para que tengamos vida por medio de él (1 Jn 4,9). Cristo es el don del Padre para la vida del mundo. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por sus ovejas (Jn 10,11). El sacerdote es el don de Cristo a su Iglesia. Como Cristo -pastor, servidor, esposo- ofrece su vida por la salvación del mundo. En el corazón de la espiritualidad del sacerdote se encuentra la caridad pastoral, hecha de profundidad contemplativa, de serenidad de cruz pascual, de generosa disponibilidad para el servicio. Los hombres deben considerarnos simplemente como servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se pide a un administrador es que sea fiel (1 Co 4,1-2). Nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús (1 Co 4,5).

A la luz de Cristo -Pastor, Servidor, Esposo- pensemos en los sacerdotes y recemos por su santificación. Por medio del Espíritu Santo el Señor aumente en nosotros la caridad pastoral, centro y plenitud de la espiritualidad sacerdotal.

3- El sacerdote constructor de comunión. Elegido entre los hombres para el servicio de la Iglesia y la salvación de los hombres, el sacerdote es consagrado por el Espíritu Santo para construir la comunidad eclesial: en comunión profunda con el Obispo, el presbiterio, los religiosos y las religiosas, los fieles laicos. Su vida y su ministerio están al servicio de la comunidad eclesial, mediante la Palabra, la Eucaristía y la Caridad. Una vez más, la urgencia de la caridad pastoral. Centrado en el misterio Pascual, con la alegría de la esperanza y la fecundidad de la cruz: Si el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12,24). La comunión exige una gran capacidad de donación, hecha con humildad de servidor y alegría de amor fraterno: amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor (1 Jn 4,7-8). No pretendemos imponer nuestro dominio sobre la fe de ustedes: lo que queremos es aumentarles el gozo (2 Co 1,24).

Confiemos a María, en cuyo seno virginal el Espíritu Santo formó el Santísimo Corazón de Jesús, nuestra oración por la santificación de los sacerdotes.

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