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El fruto que nace del encuentro de la comunidad con el Resucitado es capacitarla para encarnarlo a Él en la cotidianidad de sus procesos y dinámicas. Esto supone un itinerario que va desde la sombra a la luz; de vivir según la carne a vivir según el Espíritu.
Una comunidad de creyentes que no tiene su más profundo fundamento en la fuente de donde emana la savia de su vocación y destino, al igual que Nicodemo, absolutiza lo relativo y relativiza lo esencial, se estatiza en sus zonas de confort y no discierne alternativas frente al orden establecido, viéndose abocada a perpetuar los mismos temores y desaciertos, a seguir anclada en tiempos y en modos caducos, e impedida para captar con sensibilidad histórica y pastoral la novedad del Evangelio.
La invitación a la comunidad a vivir según el Espíritu la des-centra y la posibilita a establecer una relación de pertenencia a Dios y a su proyecto de humanización.
¿Como Iglesia local y global, nos sentimos llamados a convertirnos en personas y comunidades desinstaladas y con Espíritu?
¿De qué manera? Un judío fariseo. Y además jefe judío, tenía que ser en aquellos tiempos, un hombre "profundamente religioso". Ahora bien, un hombre tan religioso, tenía que ser también "totalmente obediente", "sumiso". Un hombre que había ajustado su vida por completo a lo que de él esperaba la religión establecida.
Jesús le dijo a Nicodemo que tenía que nacer de nuevo, para terminar diciéndole que así se podría dejar llevar por el Espíritu. El "Espíritu" (pneuma) es como el viento. Nadie controla la dirección del viento, ni su fuerza.
El que se deja llevar por el Espírítu=Viento es una persona que se caracteriza por su libertad. Es, por lo tanto, una persona incontrolada e incontrolable. Es, en definitiva, "una persona libre" Para Jesús, por tanto, la oferta que él hace a los seres humanos es la oferta de la libertad. La libertad que no se deja controlar, dominar, ni someter.
Pues bien, una persona que se somete por completo es una persona que lo primero y lo más importante que somete es su libertad para pensar. En esto consiste la violencia y la agresión más fuerte que la religión le hace a la gente religiosa. Una persona, que no es libre para pensar, es una persona que bloquea su mente, se corta caminos en lo más íntimo de sí mismo. Y hay cosas de las que no se atreve ni a cuestionarlas, ni a dudar de ellas, ni a cuestionarlas de ninguna manera. ¡Qué horror! ¡Qué espanto!
Mientras una persona no rompa con su esclavitud de pensamiento, esa persona ni será libre, ni se podrá dejar llevar por el Espíritu de Dios. Será un esclavo de otros esclavos al pensamiento sumiso de los esclavos más desgraciados de la vida. Jesús no quiere a gente así. Porque no quiere esclavos. Sino personas libres, llevadas por la libertad del Espíritu.
Jesús no le dice a Nicodemo que haga siempre lo que le dé la gana. Porque eso no es libertad. Los que tienen adicción a algo, cuando satisfacen su adicción, hacen lo que les da la gana. Pero no son libres. Son esclavos de su adicción. La libertad, que pide Jesús, brota del espíritu. Es libertad al servicio de la misericordia, algo tan desconocido e infrecuente que nadie sabe "ni de dónde viene ni a dónde va".
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