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Como continuidad y respuesta a la petición expresa de pan por parte de la comunidad, el texto indica que el pan de la vida, es el de la revelación y pedagogía de Jesús. Jesús aparece como el verdadero pan que procede de Dios. Con lo cual, comer el pan no es una experiencia exclusiva de la eucaristía, sino que también tiene lugar en la fe y en la relación auténtica con la persona de Jesús.
Así pues, los símbolos del pan (v. 35) y del agua (v. 35b), antes que eucarísticos, son sapienciales, es decir, se proponen como experiencia de fe radicalmente distinta, no mediada por la observancia a leyes externas, sino por la escucha, reconocimiento y obediencia a la palabra humanada de Dios y su reino de justicia, desde la cual adquiere sentido todo rito, liturgia y sacramento expresado y vivido por la comunidad. Este es el verdadero alimento.
¿Nuestra hambre es siempre de ayuda, de amor, de reconciliación y misericordia? O ¿Nos alimentamos de las satisfacciones regidas por la sociedad del consumo, de la competencia y la producción?
3. El problema, a juicio de Jesús, está en que la fe se conecta, no con "lo que se oye" sino con "lo que se ve". Lo que se oye es doctrina, teorías...; lo que se ve son hechos de vida. Y aquí es donde tropezamos con la dificultad. Los que vieron a Jesús, lo lógico es que creyeran en él. Nuestra dificultad radica en que no vemos a Jesús, sino cosas y conductas que, muchas veces, poco o nada tienen que ver con Jesús, Por eso, el recurso al Evangelio, a la "memoria"de su vida y su palabra, eso es lo que podrá fortalecer la fe que sacia nuestras apetencias más legítimas.
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