DIOS todopoderoso y eterno, singular protector de la enfermedad humana, mira compasivo la aflicción de tus hijos que padecen esta pandemia; alivia el dolor de los enfermos, da fuerza a quienes los cuidan, acoge en tu paz a los que han muerto y, mientras dura esta tribulación, haz que todos puedan encontrar alivio en tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Cardenal Eduardo Pironio
¿Qué sería una Iglesia Pascual? Tendremos
tiempo, mis queridos hermanos, para ir describiéndolo en detalle y exigiéndolo
en la práctica. Hoy quiero sencillamente presentarles tres características que
me parecen esenciales y urgentes: una Iglesia Pascual es una Iglesia en
esperanza, una Iglesia en comunión, una Iglesia en misión.
Pero antes quisiera aclararles una cosa. Una
Iglesia Pascual no es precisamente una Iglesia triunfalista. Al contrario, es
la Iglesia de la cruz y la esperanza, de la muerte y la fecundidad, del
anonadamiento y de la exaltación. Una Iglesia Pascual es esencialmente una
Iglesia pobre. Una Iglesia que vive la libertad del desprendimiento y el gozo
profundo del servicio. Una Iglesia que “va peregrinando entre las
persecuciones del mundo y los consuelos de Dios, anunciando la cruz y la muerte
del Señor hasta que Él venga” LG 8). Nada más contrario a una
Iglesia Pascual que la seguridad humana, la tentación del poder, o el deslumbre
del prestigio. Una Iglesia Pascual es la que simplemente anuncia y celebra que
Cristo murió y resucitó, que se entregó totalmente y vive entre nosotros, que
subió al Padre pero sigue peregrinando en el interior de la historia.
En otras palabras, una Iglesia Pascual es
signo e instrumento del Señor Resucitado. Es decir, una manifestación cotidiana
de Jesucristo. Es lo único que importa. Es lo único que salva.
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