Viernes 2ª semana de PASCUA

La 'política con mayúsculas' según Bergoglio

Francisco: "La respuesta al auge del populismo es una política de fraternidad, arraigada en la vida del pueblo"

Jn 6 1-15 EVANGELIO EN AUDIO

    1.  Lo más seguro es que. cuando se escribió el evangelio de Juan, la multiplicación de los panes estaba ya relatada por escrito, por lo menos, cinco veces (Mc 6, 33-46; 8.1-9; Mt 14,18-23; 15.32-39; Lc 9.10-17). Si el IV evangelio relata una vez más este episodio, sin duda lo hace porque quiere que los cristianos caigan en la cuenta (o se enteren) de algo que no está dicho en los otros relatos y que es importante. ¿De qué se trata?

    2.  La multiplicación de los panes le sirve a Juan para introducir el capítulo que dedica al pan del cielo y a la eucaristía. Pero, en el relato de los panes, Juan señala un detalle que puede pasar inadvertido, pero que es de importancia. Se trata de que este hecho singular ocurrió cuando "estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos". Esta fiesta era la más importante de la religión de Israel. Porque conmemoraba el acontecimiento de la liberación de Egipto. Los israelitas tenían la obligación de subir a Jerusalén para matar el cordero en el templo y participar en los ceremoniales religiosos, que duraban siete días.

   3.  Pero Jesús no sube a Jerusalén, no va al templo, no participa en los ritos religiosos de su nación. Jesús se queda en Galilea, con los pobres, en el campo, en medio de la pobre gente que solo tiene panes de cebada, el pan de los necesitados, y además lo tiene escaso. Y así las cosas, la gran fiesta religiosa, para Jesús, es que los hambrientos coman hasta saciarse. Jesús "secu­lariza" la religión: la hace menos sagrada y menos solemne, pero más humana. Según Jesús, cuanto más humano es algo, por eso mismo es más divino.


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Es un hecho que este relato al que le conceden tanta importancia los cuatro evangelios, que los repiten hasta seis veces (Mc 6, 30-4; Mt 14,13-21; Le 9,10-17; Jn 6,1-14; Me 8,1-10; Mt 15, 32-39), sin embargo no ha tenido, en grandes períodos de la vida de la Iglesia, unas consecuencias que hayan sido patentes y palpables. Los miles y millones de pobres, que no tienen qué comer, siguen pasando hambre. Como la pasaban antes de venir Jesús al mundo. Y somos muchos los creyentes en Jesús, que hemos leído (y leemos tantas veces) este relato, pero seguimos tan campantes nuestra vida. Y que cada cual se apañe como pueda.

Lo más que dan de sí las religiones es promover limitadas manifestaciones de caridad y beneficencia. Pero, ¿qué pasa con esto de las creencias religiosas, que no son capaces de influir en la economía mundial para que se organice y se gestione de otra manera? Porque sabemos de sobra que el sistema económico global está pensado y gestionado de forma, que el efecto creciente que produce es la concentración de la riqueza, cada día más y más, en menos y menos personas. De forma que la desigualdad, en riqueza y en derechos fundamentales, es cada día que pasa más aterradora. La dinámica de la economía y del derecho es tal que se ha orientado por el camino exactamente opuesto al que marca el Evangelio. Entonces, ¿qué es lo que manda en nuestras vidas, el deseo de riqueza o el Evangelio?

Respuesta: en el Evangelio hemos puesto nuestras "creencias" en el dinero hemos puesto nuestras "convicciones". Una creencia es una idea. Una "convicción se define por el hecho de que orientamos nuestro comportamiento conforme a ella" (J. Habermas, Ch. S. Peirce). Nuestras "ideas" son las de Jesús, nuestras "convicciones" son las del dinero. Seguiremos pensando en esto más adelante.

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