Para concluir su “Testamento de despedida” Jesús ora al Padre ante la comunidad discipular, con la confianza de quien se siente escuchado. Esta profunda oración, que la comunidad de Juan pone en boca de Jesús inmediatamente antes de la pasión, es una densa afirmación de la identificación de Jesús con el Padre: Él es el Dios humanado; y tan humano como Jesús, Dios.
Lo capital para la comunidad, ayer y hoy, es cultivar una actitud constante y una experiencia honda de paz y esperanza, que permita la consecución del proyecto de Dios para la humanidad. La fe no es un antídoto para las inseguridades y dudas de la existencia, sino una apuesta por lo esencial: la relación con Dios y su alianza que nos sostiene.
La plegaria de Jesús sigue siendo actual y actuante: como Iglesia, nos sitúa en el “mundo” para que en él encarnemos la esperanza que asume la desesperanza eliminando la apatía y la resignación; abriéndonos paso para transformar la realidad deshumanizada. ¿Le creemos a la persona del Evangelio?
Lo capital para la comunidad, ayer y hoy, es cultivar una actitud constante y una experiencia honda de paz y esperanza, que permita la consecución del proyecto de Dios para la humanidad. La fe no es un antídoto para las inseguridades y dudas de la existencia, sino una apuesta por lo esencial: la relación con Dios y su alianza que nos sostiene.
La plegaria de Jesús sigue siendo actual y actuante: como Iglesia, nos sitúa en el “mundo” para que en él encarnemos la esperanza que asume la desesperanza eliminando la apatía y la resignación; abriéndonos paso para transformar la realidad deshumanizada. ¿Le creemos a la persona del Evangelio?
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