"Los santos que celebramos dieron este paso y se convirtieron en testigos. No eran admiradores, sino imitadores de Jesús. No eran espectadores, sino protagonistas del Evangelio. No creyeron de palabra, sino con obras". El Papa Francisco presidió el Angelus el día de la Cátedra de San Pedro con una nueva visión de las dos 'columnas' de la Iglesia: Pedro y Pablo. Y con una llamada a la acción: "¡Cuántas veces decimos que nos gustaría una Iglesia más fiel al Evangelio, más cercana al pueblo, más profética y misionera, pero luego, en la práctica, no hacemos nada!".
Partiendo de la pregunta de Jesús a Pedro, ¿quién soy yo?, Bergoglio planteó a los fieles varias preguntas: "¿Quién soy yo para ti, que has abrazado la fe pero todavía tienes miedo de remar mar adentro en mi Palabra? ¿Quién soy yo para ti, que eres cristiano desde hace mucho tiempo pero, cansado por la costumbre, has perdido tu primer amor? ¿Quién soy yo para ti, que estás pasando por un momento difícil y necesitas sacudirte para continuar? Jesús pregunta: ¿Quién soy yo para ti? Démosle hoy una respuesta que venga del corazón".
No admiradores, sino imitadores
¿Por qué hizo Jesús esa pregunta? "Para subrayar una diferencia, que es la diferencia fundamental de la vida cristiana. Hay quienes se quedan en la primera pregunta, en las opiniones, y hablan de Jesús; y hay quienes, en cambio, le hablan a Jesús, ofreciéndole la vida, entrando en relación con él, dando el paso decisivo", explicó.
Eso hicieron Pedro y Pablo que, recordó el Papa, "dieron este paso y se convirtieron en testigos. No eran admiradores, sino imitadores de Jesús. No eran espectadores, sino protagonistas del Evangelio". "No creyeron de palabra, sino con obras", recalcó, señalando que "Pedro no hablaba de misión, era pescador de hombres, Pablo no escribió libros cultos, sino cartas vividas, mientras viajaba y testificaba".
"Ambos gastaron su vida por el Señor y por sus hermanos. Y nos provocan", glosó, en un momento en el que "corremos el riesgo de quedarnos en la primera pregunta: dar pareceres y opiniones, tener grandes ideas y decir bonitas palabras, pero nunca jugándonosla".
"¡Cuántas veces, por ejemplo, decimos que nos gustaría una Iglesia más fiel al Evangelio, más cercana al pueblo, más profética y misionera, pero luego, en la práctica, no hacemos nada!", lamentó el Papa, constatando que "es triste ver que muchos hablan, comentan y debaten, pero pocos dan testimonio".
Testigos, también con sus miserias
En cambio, "los testigos no se pierden en palabras, sino que dan frutos. No se quejan de los demás ni del mundo, empiezan por sí mismos", y "nos recuerdan que Dios no ha de ser demostrado, sino mostrado; no anunciado con proclamas, sino testimoniado con el ejemplo".
Y con sus fallos. "Pedro y Pablo, ciertamente, fueron testigos, pero no siempre ejemplares: Pedro negó a Jesús y Pablo persiguió a los cristianos. Pero, aquí está el punto, también testimoniaron sus caídas". Y "su historia sale sin ambages de los Evangelios, con todas sus miserias".
Gracias a Benedicto XVI
Por eso, es relevante ser testigo "desde la verdad sobre sí mismo, desde la lucha contra su propia doblez y falsedad". "A través de sus testigos, Pedro y Pablo, nos estimula a quitarnos las máscaras, a renunciar a las medias tintas, a las excusas que nos vuelven tibios y mediocres", finalizó.
Tras el rezo, el Papa recordó la jornada de oración por la paz en Líbano, y el 160 aniversario de L'Osservatore Romano, "el periódico del partido, como le digo yo", agradeciendo su creatividad.
Al tiempo, recordó que hoy, hace 70 años, Benedicto fue ordenado sacerdote. "Nuestro afecto, gratitud y cercanía. Él vive en el monasterio, lleva una vida contemplativa en el Vaticano, orando por todos. Gracias Benedicto, querido hermano, padre, gracias por tu testimonio creíble, gracias por tu mirada hacia el horizonte de Dios. Muchas gracias".
Comentarios
Publicar un comentario