Tal como antes lo hiciera Moisés, Jesús se sube a un monte para hacerse oír por la multitud. Pero esta vez no son mandamientos los que proclama, sino más bien un camino a la verdadera felicidad.
Las primeras bienaventuranzas se refieren a aquellos que sufren… son palabras de consuelo, pero a la vez son un llamado a tomar acción para eliminar las causas de sus tribulaciones. En la medida que los creyentes se esfuercen por hacer este mundo más humano, serán dichosos. Por eso llama también felices a los compasivos, a los de corazón limpio y a los que buscan y trabajan por la paz y la justicia.
Jesús termina dejando bien claro los riesgos que asumen los que tratan de seguir este plan de vida. Su propuesta va en contra de los poderosos que ponen la felicidad en determinados valores, empezando por el dinero.
Por eso los seguidores de Jesús tienen que estar dispuestos incluso a sufrir persecución… pero siempre teniendo presente la recompensa que se ofrece, LA VERDADERA FELICIDAD.
"El drama de hoy es que a menudo la sed ha desaparecido. Se han extinguido las preguntas sobre Dios"
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