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San Jerónimo
El envío de los setenta y dos se ubica después del pasaje vocacional con temas similares: el camino (Lc 9,57; 10,1), la proclamación (Lc 9,60; 10,9) y ser obreros del anuncio. El número amplio de misioneros, significa las naciones del mundo (Gn 10; Hch 13 a 28) y la presencia de otras personas diferentes a los doce en la labor misionera. El envío vislumbra la dimensión comunitaria y testimonial, precedida por el mismo Jesús. La primera actividad apostólica es la oración, poniendo la mirada en el dueño de la mies y se exhorta a los misioneros a poner su confianza en Dios.
El misionero debe caracterizarse por la disponibilidad para el fracaso, ya que en la toma de conciencia de su fragilidad descubre que su fortaleza está en Dios y su testimonio de pobreza es libertad de corazón. La misión no admite distracciones y conlleva dedicación e inserción completa en la vida de la familia y autenticidad en el mensaje
¿Cómo vivo la oración, el compromiso y la autenticidad de la misión en lo cotidiano?
Padre y Madre nuestra, Vos has estado siempre presente en nuestra Tierra, de una manera especial en la persona de Jesús, tu hijo y nuestro querido hermano.
Jesús glorificó tu nombre con el mensaje de la buena noticia de la liberación, ratificado con su compromiso y el testimonio de su vida.
Jesús anunció la cercanía de tu Reinado, ese otro mundo tan necesario, de justicia, paz, solidaridad y fraternidad.
Si nos comprometemos a hacerlo presente, estaremos cumpliendo tu voluntad y el deseo de Jesús de regalar felicidad, dignidad y plenitud a la Humanidad y a toda la Creación.
Te rogamos, oh Dios de vida, que nos ayudés a trabajar para conseguir el alimento necesario para poder vivir saludablemente cada día. Y que compartamos lo que poseemos, tal como nos lo pidió también Jesús: “Denles ustedes de comer”.
Igual que Jesús tuvo el perdón entre sus prioridades, nosotros también debemos pedir perdón y ofrecer nuestro perdón, de las deudas, de las ofensas, del mal que nos hayan hecho, para crecer en humanidad, esplendidez y paz interior.
Jesús, no nos dejés caer en la comodidad, en la insolidaridad, en la apatía y en la tristeza.
Ayudanos a entregarnos de corazón como vos, por el bien y la alegría de los demás, en especial de los más oprimidos y excluidos, hasta el último latido de nuestra existencia. Amén.
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