Jn 1 45-51 EVANGELIO EN AUDIO
La Iglesia celebra hoy a los santos Arcángeles presentes en la tradición bíblica: Rafael, Miguel y Gabriel. Tienen una misión concreta de “llevar mensajes”, “proteger”, “traer curación”.
En el libro de Daniel encontramos otra forma más apocalíptica de ver a los ángeles: en adoración y adorno a la corte celestial, sirviendo al anciano y al hijo del hombre. Ambas manifestaciones nos descubren el deseo de Dios mismo de encontrarse con nosotros, mostrarnos su rostro y su vida.
El diálogo de Jesús con Natanael, que se inicia con un tinte vocacional, se va transformando en una revelación a “ver cosas grandes”: “ángeles de Dios que suben y bajan”. Nos toca hoy descubrir los ángeles actuales de Dios, mensajeros de la vida en medio de un mundo de muerte y violencia, hombres y mujeres con esperanza que, en medio de sus pobrezas y sufrimientos, encuentran en Jesucristo la respuesta.
¿Somos testigos de estos ángeles y mensajeros del Reino en nuestro mundo? ¿Son capaces nuestros ojos de ver “cosas grandes” en medio de los pequeños del mundo?
La fiesta de los Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael celebra la santidad como manifestación de Dios a la humanidad. Hoy lo que representa la santidad parece estar atravesado por prejuicios y actitudes de sospecha que impiden ver la profundidad de la experiencia.
En este sentido, la Escritura y el quehacer teológico de los primeros siglos han dejado claro que Dios es santo (Is 6,3); que Jesús, «El Mesías-Hijo» fue proclamado por seguidores y adversos como el Santo de Dios (Lc 4,34); y que con su pasión, muerte y resurrección acontece el Espíritu Santo sobre toda la historia y toda persona (Jn 20,22.33). Con lo cual, la santidad se erige como un estilo de vida propuesto a todo ser humano: la santidad es una vida impulsada por el Espíritu capaz de construir relaciones trascendentes que nos afirmen como sujetos verdaderamente humanos frente a toda apatía y violencia históricas. Porque “no hay santidad creíble sino es plenamente humana” y humanizadora.
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