“La santidad no es una conquista humana, es un don que recibimos”
Papa, en Todos los santos: “Ser santos es recorrer el camino de la humildad, de la compasión, de la mansedumbre, de la justicia y de la paz”
Para la oración de los fieles
- Para que la Iglesia busque siempre la santidad por el camino de las bienaventuranzas. Roguemos al Señor.
- Para que los creyentes recorramos el Camino que es Jesús, con autenticidad, como transformación gozosa de nuestras vidas. Roguemos...
- Para que todas las personas que viven en la práctica las bienaventuranzas, sean del credo que sean, alcancen la dicha de la vida eterna. Roguemos...
- Para que nuestra condición de hijos de Dios nos ayude a vivir siempre con ilusión, gozo y esperanza. Roguemos...
- Para que nuestra oración y nuestra vivencia espiritual nos hagan sentirnos unidos a toda la Humanidad, más allá de la muerte y de nuestras limitaciones humanas. Roguemos...
Oración comunitaria
- Dios Eterno, Misterio inabarcable, Fuerza creadora, sin principio ni fin, Sabiduría escondida: «enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato», y ayúdanos a sentir, en la fe, la presencia espiritual de nuestros hermanos y hermanas que nos han precedido en la vida y en el amor. Tú que vives y haces vivir, más allá del espacio y del tiempo. Amén.
• La fiesta de los fieles difuntos es continuación y complemento de la de ayer. Junto a todos los santos ya gloriosos, queremos celebrar la memoria de nuestros difuntos. Muchos de ellos formarán parte, sin duda, de ese «inmenso gentío» que celebrábamos en la fiesta de «todos los santos»... Pero hoy no queremos rememorar su memoria en cuanto «santos» sino en cuanto difuntos, y tal vez sobre todo en cuanto «nuestros difuntos».
En ese sentido, es un día para hacer presente en nuestro corazón la memoria de todos nuestros familiares y amigos o conocidos difuntos, que quizá durante la vida diaria no podemos estar recordando. El verso del poeta «¡Qué solos se quedan los muertos!», expresa bien esa limitación humana: con el tiempo, no podemos vivir prendidos constantemente al recuerdo de nuestros difuntos... por más que seamos fieles a su memoria. Acabamos olvidando de alguna manera a nuestros difuntos, al menos en el curso de la vida ordinaria, para poder sobrevivir.
Por eso, este día es una ocasión propicia para cumplir periódicamente con el deber de nuestro recuerdo agradecido. Orar por los difuntos no deja de ser un acto de solidaridad, al querernos sentir en comunión con ellos, más allá de los límites del espacio, del tiempo y de la carne. Un día de recuerdo, de recogimiento, para sentir en nuestro corazón la memoria de los nuestros, y para curar si hiciera falta las heridas que a veces lleva consigo: la muerte empequeñece los errores cometidos, tanto por nosotros como por quienes ya se fueron. Nos debemos reconciliar con nuestros recuerdos, con compasión, con ternura... hasta que ya no nos duelan.
Para hacer una catequesis sobre el sentido de la «oración de petición respecto a los difuntos», sugerimos esquemáticamente unos puntos:
-el juicio de Dios sobre cada uno de nosotros es sobre la base de nuestra responsabilidad personal, no en base a otras influencias (como si la eficacia de la oración de intercesión por los difuntos pudiera actuar ante Dios como "argolla, enchufe, recomendación, coima...");
-Dios no necesita de nuestra oración para ser misericordioso con nuestros hermanos difuntos...; nuestra oración no añade nada al amor infinito que Dios ya les tiene por Su propio amor; nuestra oración, en cierto modo, es literalmente «innecesaria»;
-«no rezamos para cambiar a Dios, sino para cambiarnos a nosotros mismos»;
-la «vida eterna» no es una prolongación de nuestra vida en este mundo; la «vida eterna», como todo el resto del lenguaje religioso, es una metáfora, que tiene contenido real, pero no un contenido “literalmente-descriptivo”.
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