Siempre hablamos del escándalo de la pobreza: nos alertamos de los índices crecientes de desnutrición, desocupación, marginación, denunciamos la muerte y persecución de migrantes que buscan posibilidades de vida huyendo del hambre y de la guerra. Los medios de comunicación permanentemente nos llenan de estas noticias.
Sin embargo, nadie parece escandalizarse de la acumulación de riqueza, de los paraísos fiscales, de la especulación financiera internacional ni de los magnates y sus mansiones glamorosas que muestran obscenamente en revistas y redes.
Mucho menos, hablamos de la relación entre estas dos caras de una misma moneda. O ¿acaso la acumulación de riqueza no es la raíz de aquella creciente pobreza en el mundo?
El Evangelio nos viene acompañando en estos días para sacudir nuestra mirada y reconocer los avances del siglo, así como las profundas desigualdades que constituyen el gran desafío de un ejercicio profético de nuestra fe y cómo frecuentemente, ambas son dos dimensiones de una misma realidad.
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