“Que la Reina de la Paz preserve el mundo de la locura de la guerra”
El Papa convoca una jornada mundial de oración y ayuno por la paz el próximo 2 de marzo
“El anciano no es un material de descarte, sino la bendición para la sociedad"
El Papa reconoce que fueron los ancianos los que “pagaron el precio más alto” de la pandemia
El nuncio recuerda que Siria existe y pide visibilidad: "Es una catástrofe y hay que ocuparse"
Cardenal Zenari: "En Siria el proceso de paz está bloqueado, mientras la pobreza sigue galopando"
Ese es el mensaje central del texto de hoy, el Maestro enseña que escandalizar, oprimir o excluir a uno de los más pequeños es una falta grave contra el evangelio, pues de los pobres es el Reino de Dios.
Las sentencias de Jesús sobre la mano, pie u ojo no deben ser tomadas de forma literal, su sentido es la radicalidad y la coherencia de vida y testimonio que implican a quienes optan por el proyecto de Jesús. En esta perspectiva, a Jesús no se le puede seguir a medias tintas, siempre implica riesgos y consecuencias. Si el discípulo no quiere arder en el fuego, debe ser salado con otro fuego, es decir, con el espíritu. Debe estar entregado a la causa del reino, su vida debe ser pasión por reino.
En definitiva, vivir en sintonía la utopía de la paz y de la justicia para todos. Pero, ¿nuestra vida es coherente con ese proyecto de Jesús, nuestra vida refleja paz?
Este es el llamamiento enviado a Fides por sor Teresina Caffi, misionera javeriana, lanzado por 60 niñas congoleñas de Bukavu, la capital de Kivu del Sur, en el este de la República Democrática del Congo, una zona atravesada por conflictos durante décadas, para que no estalle una nueva guerra en Europa debido a la tensión entre Rusia y Ucrania.
En su llamamiento, las chicas subrayan que «los estados que hacen la guerra, las multinacionales que producen armas y buscan a toda costa la riqueza de otro país no sufrirán, se enriquecerán, pero son los pobres los que van a sufrir; somos nosotros, los jóvenes, los que sufrimos. Quien quiera la guerra, que nos pregunte qué estamos pasando hoy los congoleños, los que hemos conocido la guerra.
No hay tesoro escondido en la guerra. Con la guerra perdemos a nuestros padres, hermanos y hermanas, propiedades y vida. Durante la guerra perdimos a muchos de nuestros abuelos que quizás hoy podrían contarnos su vida pasada y enseñarnos cómo comportarnos en la vida.
"Quien quiera la guerra, que nos pregunte qué estamos pasando hoy los congoleños, los que hemos conocido la guerra" En la guerra se entierra a más de diez personas en la misma fosa, como si fueran abono. Las mujeres quedan viudas, los hombres viudos; los niños quedan huérfanos; los padres pierden a sus hijos. Muchos niños nunca han conocido a su familia; se pierden los hogares, se vive en la calle y La guerra desestabiliza la sociedad, trae hambre y miseria, humilla a las personas, pisotea la dignidad humana, no permite trabajar ni descansar ni de día ni de noche, impide el progreso, daña en un instante los recursos vitales ganados con esfuerzo, trae regresión en todas las áreas: espiritual, intelectual, moral, material...
La guerra trae desorden y destruye el medio ambiente: las bombas contaminan el aire y nos dejan enfermedades. Las escuelas están cerradas, los viajes están bloqueados, los centros de salud están destruidos, el país se vuelve inhabitable. Las personas huyen por miles para vivir miserablemente en un país vecino y a veces se rebelan contra quienes los acogen y la guerra se extiende.
La guerra nos divide, hiere el corazón de las personas y trae calumnias, celos, abandono, venganza y discordia. Y la persona se sentirá culpable de por vida, incluso volviéndose loca. La guerra extermina a los jóvenes, el mundo del mañana. En la guerra, los soldados buscan jóvenes para llevarlos al bosque y convertirlos en rebeldes. La guerra deja paro y hábitos de violencia: asesinatos, violaciones, robos... Los niños nacen, crecen y envejecen en la guerra y por eso la guerra se ha convertido en un legado de generación en generación.
La guerra nos aleja de Dios, porque no respetamos la obra de su creación y su proyecto de amor y fraternidad entre los seres humanos. Todos somos hijos del mismo Padre: si supiéramos el valor de nuestra existencia, no nos atreveríamos a derramar la sangre de otro ser humano. ¿Qué es ese espíritu que impulsa al hombre a hacer la guerra contra otro hombre? Los que hacen la guerra un día pagarán por la sangre de los pueblos derramada y por los bienes de los pueblos que han robado. Seremos juzgados por cualquier provocación de guerra. Incluso el animal de hoy se ha vuelto más sabio que el hombre.
La guerra no es una solución a los problemas, sino problemas dentro de los problemas. Después de la guerra hay sufrimiento, arrepentimiento. En la guerra no se gana nada, pero siempre hay pérdidas irrecuperables. Amor, escucha y diálogo, ¡ésa es la verdadera forma de resolver los conflictos!
Os suplicamos por amor de Dios, nuestro Creador, que conoce el número de nuestros cabellos, tratad de reconciliaros, olvidad lo que os divide, deponed las armas. Hay varias formas de comprometerse sin ir a la guerra. Somos hermanos: ¿por qué lastimarnos a causa de este mundo que pasará? Esta tierra no nos pertenece: tarde o temprano la dejaremos. Tomemos conciencia del don precioso que Dios nos ha dado: ¡la vida!
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