Lucas da mucho énfasis al encuentro entre María e Isabel, porque lo considera un divisor de aguas: Isabel representa la espera del Antiguo Testamento y María el inicio de un nuevo tiempo, el mesiánico.
Juan el Bautista es el vínculo de esos dos tiempos: indicará al pueblo la presencia e identidad del Mesías, Jesús. María, con su “sí”, hace que la promesa se trasforme en realidad.
En su cántico resuenan las voces de tantas mujeres del pasado (la madre de Samuel, Lía, Judit) y de las empobrecidas que gritaron a Yahveh (las hebreas esclavas, en el exilio): sus voces son memoria viva de quienes murieron por la liberación.
También María agradece los grandes gestos liberadores operados por Dios a lo largo de la historia en favor de pobres, pequeños y sufridos.
Hay tantos motivos para celebrar este encuentro de vientres tan entrañable: la fidelidad de Dios se trasforma en acción concreta de liberación hacia su pueblo.
La esperanza renace después de siglos de sufrimiento y de espera.
¡Libéranos, Señor!
+ Rezamos el Salmo 103 con su Antífona
Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre.
2 Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.
3 Él perdona todos tus pecados y sana todas tus dolencias;
4 él rescata tu vida del sepulcro y te cubre de amor y compasión;
5 él colma de bienes tu vida[a] y te rejuvenece como a las águilas.
6 El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos.
7 Dio a conocer sus caminos a Moisés; reveló sus obras al pueblo de Israel.
8 El Señor es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.
9 No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor eternamente.
10 No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades.
11 Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el cielo sobre la tierra.
12 Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente.
13 Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos.
14 Él conoce nuestra condición; sabe que somos de barro.
15 El hombre es como la hierba, sus días florecen como la flor del campo:
16 sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno.
17 Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen;
su justicia está con los hijos de sus hijos,
18 con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra.
19 El Señor ha establecido su trono en el cielo; su reinado domina sobre todos.
20 Alaben al Señor, ustedes sus ángeles, paladines que ejecutan su palabra
y obedecen su mandato.
21 Alaben al Señor, todos sus ejércitos, siervos suyos que cumplen su voluntad.
22 Alaben al Señor, todas sus obras en todos los ámbitos de su dominio.
¡Alaba, alma mía, al Señor!
Evangelii Gaudium 97.
Dios nos libre de una Iglesia mundana bajo ropajes espirituales o pastorales! Esta mundanidad asfixiante se sana tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios... Hay que evitarla poniendo a la Iglesia en movimiento de salida de sí, de misión centrada en Jesucristo, de entrega a los pobres. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!
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