Sábado 5ª semana de Pascua

 


20 de mayo
Beata María Crescencia Pérez
virgen

   (1897 -1932). Religiosa de la Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto. María Angélica Pérez -su nombre en el siglo- nació en San Martín, Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia gallega inmigrante. En 1915 inició su noviciado en el convento bonaerense de las Hijas de María Santísima del Huerto y recibió el hábito tres años después adoptando el nombre de Sor María Crescencia. Su vida estuvo regida por el lema: "Toda para Todos", por lo cual se dedicó totalmente a velar por el bienestar del prójimo. A lo largo de su vida terrenal fue modelo de servicio, humildad y apego a la Regla. Su primera misión la llevó a cabo como catequista y maestra de "labores" de niños en escuelas de su Congregación. Posteriormente, fue comisionada al Sanatorio Marítimo de Mar del Plata (Solarium), que albergaba a niños con tuberculosis ósea permaneciendo en él tres años, Por su débil salud se le retiró de este nosocomio, en 1928, y se le transfirió -muy a su pesar, pero declarando: "Por cumplir la voluntad de Dios iría al fin del mundo"-, a Vallenar, Chile, en busca de un mejor clima que le ayudase a recobrar la energía; ahí continuó su apostolado en el hospital de las Hermanas. Sin embargo, cuatro años después partió al encuentro con el Amado. Fue beatificada el 17 de noviembre de 2012, por el pontífice Benedicto XVI (2005-2013), quien la llamó "Modelo de dulzura evangélica animada por la fe".

21 de mayo
San Cristóbal Magallanes, presbítero, y compañeros,
mártires

    A partir de la Constitución promulgada en México en 1917, comienza una etapa de persecución religiosa, que crece violentamente desde 1926.
    Fueron años en que numerosos sacerdotes y laicos dieron su vida por la fe católica. Entre ellos se encuentran Cristóbal Magallanes y sus 24 compañeros. La mayoría eran sacerdotes diocesanos y tres de ellos eran laicos seriamente comprometidos en la ayuda a los sacerdotes. No abandonaron el valiente ejercicio de su ministerio, cuando la persecución religiosa arreció en tierra mexicana, desatando el odio a la religión católica. Todos aceptaron libre y serenamente el martirio como testimonio de su fe, perdonando explícitamente a sus perseguidores. Fieles a Dios y a la fe católica, tan arraigada en sus comunidades eclesiales, a las cuales sirvieron promoviendo también su bienestar material, son hoy ejemplo para toda la Iglesia.
    En el marco de la celebración del Jubileo del año 2000, fueron canonizados por Juan Pablo II.

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