Viernes 7ª semana de Pascua-8º día NOVENA DE PENTECOSTÉS


Un santo para cada día: 2 de junio

S. Nicéforo de Constantinopla (Defensor contra los iconoclastas de la iconografía y el arte religiosos)

San Carlos Lwanga y compañeros mártires
    En los comienzos de la evangelización de Uganda (fines del siglo XIX), en pleno corazón del África, y apenas transcurridos siete años desde la llegada de los primeros misioneros a aquellas tierras, un centenar de cristianos, católicos y anglicanos, fueron torturados y asesinados.
El Papa Pablo VI declaró santos a veintidós de ellos. Cuatro de ellos habían sido bautizados por Carlos Lwanga poco tiempo antes del suplicio. La mayoría fueron quemados vivos en Numungongo, por negarse a satisfacer los impuros deseos del monarca; tenían entre dieciséis y veinticuatro años de edad. El más joven, Kizito, tenía apenas trece.

DIA OCTAVO viernes 3 de mayo El Espíritu y la ORACIÓN

 

A Pedro le costó comprender el final trágico de Jesús. Tres veces lo negó por temor a que lo relacionaran con Él.
Jesús supo de la fragilidad humana y también de las posibilidades reales que tenemos de superarnos, de levantarnos, de avanzar. 
Después de la Resurrección, Jesús restablece la confianza y la dignidad de Pedro preguntándole tres veces si lo ama.
La profesión de fe habilita a Pedro a apacentar el rebaño de Jesús, la Iglesia. Al final, Jesús preanuncia el martirio de Pedro, y lo invita a seguirlo por el camino de la entrega generosa. 
Las fragilidades de nuestra vida no deben ser motivo de desánimo y desesperación; al contrario, deben alimentar la conciencia de la gracia manifiesta en nuestras debilidades. Como afirma Pablo: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2Cor 12,10). La Iglesia se define como “comunión de pecadores necesitados de conversión”. No hay lugar para la arrogancia o la prepotencia, porque no son el camino para la comunión. ¡Ora por la humildad de tus guías espirituales!
Evangelii Gaudium 280. Para mantener vivo el ardor misionero hace falta una decidida confianza en el Espíritu Santo,  porque Él «viene en ayuda de nuestra debilidad» (Rm 8,26).

Pero esa confianza generosa tiene que alimentarse y para eso necesitamos invocarlo constantemente. 

   Él puede sanar todo lo que nos debilita en el empeño misionero. Es verdad que esta confianza en lo invisible puede producirnos cierto vértigo: es como sumergirse en un mar donde no sabemos qué vamos a encontrar. Yo mismo lo experimenté tantas veces. 

   Pero no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace falta en cada época y en cada momento.

Más de un millón de fieles se reúnen en el santuario egipcio

Peregrinos cristianos y musulmanes celebran en Jabal al Tayr el nacimiento de la Virgen

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