VIGILIA DE PENTECOSTÉS-9º Día de la NOVENA

 
DIA NOVENO sábado 4 de mayo  El Espíritu y María

RECORDAMOS LO QUE SOMOS

con el canto: Todos unidos formando un solo cuerpo

Meditamos la reflexión correspondiente al día de la novena

*EG 284. Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización. 
 287. María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin demora» (Lc 1,39). Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización*

Cristo Resucitado nos da el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo cambió radicalmente a los apóstoles, desanimados por la muerte de Jesús, y alentados cada vez más por su Resurrección.

Reciben, bajo la imagen de un VIENTO (SOPLO) FUERTE, al Espíritu de Vida, el que ya estaba presente en los albores de la creación:

El Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas” (Génesis 1,2). Y al formar al primer hombre Dios “sopló en sus narices aliento de vida, y lo hizo un ser viviente”, (Génesis 2,7).

Ahora se habla de un viento (soplo) fuerte: El Espíritu de Jesús da la Vida en abundancia, da fuerza y coraje. Infunde Vida nueva: El que está en Cristo, es una criatura nueva. Lo viejo ha pasado; existe algo nuevo” (2 Cor. 5,17). 

  ¿Creemos de verdad en el Espíritu de Jesús, que debe “renovar la faz de la tierra”?. ¿O en la práctica, confiamos más en el mundo viejo, acostumbrado y acomodado en el “Eso será siempre así”?

    Moisés descubrió en la zarza ardiente la presencia de Dios (Exodo 3).

El FUEGO significa que ahora Dios está con nosotros por medio de su Espíritu, quien purifica nuestro interior como el fuego el oro en el crisol. El Espíritu Santo es luz que nos ilumina interiormente. Jesús nos prometió que su Espíritu nos introducirá en toda la verdad.

El es el Espíritu de la Verdad. (Juan 14,17; 16; 15,26.).

     Nos permite ver con claridad dónde está la verdad y dónde está la mentira. Necesitamos urgentemente esta ayuda, ya que vivimos en un mundo en que se miente tanto.

                   ¿Qué nos dicen las palabras de Jesús: “Ustedes son la luz del mundo”?


Debemos ser constructores de la Civilización del Amor.

El FRUTO del Espíritu es: amor, alegría y paz, generosidad, bondad, comprensión de los demás, confianza, mansedumbre y dominio de si mismo.” (Gálatas 5,22.23).

¿Hasta qué punto se pueden constatar estos frutos del Espíritu Santo en nuestra familia?

¿Qué debemos hacer para dar mejores frutos “espirituales”?

Señor Dios, de quien procede todo don y toda gracia, quiero agradecerte especialmente por los dones del Espíritu Santo que me obsequiaste sin yo merecerlos. Gracias por el don de sabiduría, que me permitió comprender tu amor y me impulsó a buscarte a lo largo de mi vida.

Gracias por el don de inteligencia que abrió mi mente para aceptar las verdades de la fe.

Gracias por el don de consejo que me iluminó para descubrir tu voluntad y la forma de servir mejor a los demás.

Gracias por el don de fortaleza, con el cual me alentaste y ayudaste a superar las adversidades de la vida.

Gracias por el don de la ciencia, por el que pude descubrir el verdadero valor de las cosas creadas y liberarme de sus ataduras.

Gracias por el don de piedad, que me llevó a sentirte y amarte como Padre bueno.

Gracias por el don de temor de Dios, que me hizo huir tantas veces de las ocasiones de pecar y evitó que cayera en incontables tentaciones.

  Ya que tú me cuidaste amorosamente a lo largo de mi vida, en este atardecer concédeme ofrecer al mundo los frutos del Espíritu que me enviaste: amor, alegría y paz, generosidad, bondad, comprensión de los demás, confianza, mansedumbre y dominio de mi mismo. Amen.


La imagen de las LENGUAS nos hace pensar en el episodio bíblico de la torre de Babel (Génesis 11).

Los que “formaban un mismo pueblo y hablaban una misma lengua” perdieron la unidad por el orgullo de querer construir un mundo sin Dios. “Se confundió su lenguaje” y “se dispersaron sobre la superficie de la tierra”.

Ahora el Espíritu vuelve a reunir a los hombres dispersos entre todas las naciones, en una sola Familia de Dios: la Iglesia. Y les enseña a hablar un lenguaje común que todos entienden y a todos une: el amor servicial, el amor cristiano.

Vivir unidos es amarnos unos a otros conviviendo fraternalmente.

Es orar juntos, ser solidarios, ser comprensivos con las debilidades

de los demás. Es estar dispuestos a compartir penas y alegrías.

El Espíritu Santo quiere reunirnos en una comunidad fraternal y solidaria.

Si nos dejamos guiar por el Espíritu El nos capacita para construir una nueva civilización inspirada en los valores del Evangelio.

Esta es precisamente la tarea que tenemos los cristianos por delante.

 

Vivamos este Pentecostés con la plenitud con que lo vivieron los apóstoles, dejando que la paz del soplo (ruáj) de Dios se enseñoree en nuestros corazones.


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