La novedad de la parábola no radica en la indignación del rey porque su invitación ha sido rechazada, sino en su capacidad de no desistir de la fiesta y en pensar en quienes nadie invita y anhelan ser tomados en cuenta. Se pone de relieve el núcleo del mensaje: pese a la oposición, la falta de voluntad, el desinterés o incluso la muerte, Dios sale al encuentro de los anhelos y esperanzas de quienes libremente aceptan su propuesta humanizadora.
Participar con Dios de la transformación de este mundo nos pide nuevas actitudes capaces de contrarrestar la fuerza destructora del mal. Nos dice el Papa Francisco: “En cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo” (FT 88). A esto se refiere la parábola cuando pide un traje apropiado que nos disponga a la celebración de la vida a la manera de Dios. ¿Rechazás la invitación de Dios, te dejás encontrar por Él, o salís a su encuentro?
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