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Hoy podríamos reconocer la confianza que nos da sabernos en manos de Dios; pero ¿realmente es quien sostiene nuestra vida o son nuestras seguridades?
Somos criaturas llamadas y amadas desde siempre para estar con Él y tener vida digna y compartida. Este es el sentir del evangelio cuando nos invita a no tener miedo, porque ante Dios somos valiosos y nuestro peregrinar terrenal no está sólo en pasarla bien, sino en hacer el bien.
En Cristo somos constantemente liberados de la esclavitud del pecado, que es egoísta y deshumanizador. Sin embargo, Jesús nos advierte de no caer en la hipocresía, porque podemos afirmar de una relación especialísima con Dios en lo secreto y vivir maltratando y despreciando a aquellas personas con quienes convivimos.
La experiencia del Dios de Jesús es siempre reciprocidad amorosa con el prójimo. ¿Es tu vida signo del amor y ternura de Dios para con los demás?
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